Por Héctor Josué Ramírez Ornelas.
La historia de la naranja mecánica
Hablar de la selección de Holanda de 1974, es mencionar lo que conocemos en la actualidad como “fútbol total”.
En la historia de este deporte nos ha regalado grandes equipos, pero ninguno como la “Naranja Mecánica”, que simplemente cimentó las bases del futbol moderno.
Todo ocurrió en 1974, en el Mundial de Alemania, que se convirtió en un torneo diferente a los demás.
La Copa del Mundo siguió un nuevo ritmo y el compás lo marcaba el nuevo director de la orquesta del fútbol. Era la Selección de Holanda, dirigida por Rinus Michels con Johan Cruyff como estandarte. La nueva melodía tenía a sus integrantes pero le faltaba un nombre: Se llamó la “Naranja mecánica”.
Holanda fue la creadora de un nuevo concepto en este deporte, llamado “fútbol total”. Fue una selección que aún perdura en la memoria, pese a perder dos finales, la de ese Mundial y la del siguiente, en Argentina.
Muchos jugadores venían de un estilo impuesto en los 70 por el Ajax de Holanda y que fueron transmitidos a la Selección Holandesa. Hombres como Johan Cruyff, Johan Neeskens, Johnny Rep, Rob Ressenbrink y Ruud Krol provocaron una revolución con su fútbol.
Aquella Holanda inventó la presión adelantada, revolucionó el patrón de juego existente hasta ese momento, porque fue pionera en no poner un “9” puro, o porque intercambiaba las posiciones dentro del campo sin importar si uno era delantero o defensa.
Otros como el portero Jan Jongbloed, tuvieron la osadía de utilizar un número distinto al que comúnmente se usaba. Llevaba el número 8 en la espalda.
En la “Naranja Mecánica” no había defensores, no había volantes, no había delanteros. Los jugadores ocupaban todas las posiciones en el campo. Si un lateral subía, el hueco que dejaba era rápidamente cubierto.
La perfección no existe, pero el “futbol total” que propuso Holanda con la “Naranja Mecánica” es lo más parecido a ella.
El nueve falso consiste en despoblar la zona de los centrales rivales retrasando al falso “9” hasta el mediocampo, con libertad para invadir sus distintas parcelas y asociarse con sus compañeros. Antes de descifrar sus efectos, destacar que para su eficaz aplicación ha de utilizarse un determinado tipo de jugador en un contexto o modelo de juego propicio.
El falso “9” ha de ser un jugador dinámico, asociativo, con buena velocidad gestual que le permita combinar con calidad y precisión en espacios reducidos, buen lanzador y llegador con finalización (para cuando tenga que acabar la jugada). Por tanto, su complexión y centro de gravedad no podrán ser excesivamente elevados. No se trata del biotipo del “9” tradicional.
Un fútbol que se adelantó a su época, revoluciono toda la táctica de este de deporte y sobretodo enamoro al aficionado que pudo verlos y que obliga a las nuevas generaciones a recodarla.
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