No se deben hacer excepciones al momento de defender toda vida humana.

 

La migración es un fenómeno contemporáneo que está marcando la vida de numerosos países en todo el mundo. Esto no debería ser una gran novedad si prestáramos atención a la Historia. Todos los pueblos han recibido, a través del tiempo, oleadas migratorias que redibujan sus perfiles culturales e identitarios. Ninguna cultura es estática, impermeable o absoluta. Las culturas se encuentran sumergidas siempre en procesos de mutación, y uno de sus factores más decisivos es la migración.

 

En la antigüedad se migraba por hambre, por guerra, por persecución. En la actualidad todos estos motivos siguen vigentes, pero se les suman la crisis medioambiental, la actividad del crimen organizado y la desesperación ante regímenes que cierran los espacios de libertad, participación y respeto a los derechos humanos. Dicho de otro modo: la enorme mayoría de los migrantes no son “turistas”, son personas con derechos que abandonan lo más entrañable -familia, comunidad, tradición-, para sobrevivir.

 

El Papa Francisco, en su reciente carta a los obispos norteamericanos del 10 de febrero de 2025, decía: “El itinerario de la esclavitud a la libertad que el Pueblo de Israel recorrió, tal y como lo narra el libro del Éxodo, nos invita a mirar la realidad de nuestro tiempo, tan claramente marcada por el fenómeno de la migración, como un momento decisivo de la Historia para reafirmar no sólo nuestra fe en un Dios siempre cercano, encarnado, migrante y refugiado, sino la dignidad infinita y trascendente de toda persona humana”.

 

Y líneas abajo, continuaba: “El verdadero bien común se promueve cuando la sociedad y el gobierno, con creatividad y respeto estricto al derecho de todos -como he afirmado en numerosas ocasiones-, acogen, protegen, promueven e integran a los más frágiles, desprotegidos y vulnerables. Esto no obsta para promover la maduración de una política que regule la migración ordenada y legal. Sin embargo, la mencionada “maduración” no puede construirse a través del privilegio de unos y el sacrificio de otros. Lo que se construye a base de fuerza, y no a partir de la verdad sobre la igual dignidad de todo ser humano, mal comienza y mal terminará”.

 

En esta misma línea, el Papa León XIV, el 2 de octubre, ha denunciado la hipocresía de quienes se afirman “pro-vida” y hacen opción por acciones contrarias a la dignidad inalienable de todo ser humano: "Quien dice estar en contra del aborto, pero a favor de la pena de muerte, no es realmente pro vida" (…) “Y quien dice estar en contra del aborto, pero a favor del trato inhumano a los inmigrantes en Estados Unidos, no sé si eso es pro vida".

 

En efecto, quienes con pasión defienden al no-nacido, pero pasan de largo cuando un hermano migrante sufre por la amenaza de ser expulsado, exhiben que al interior de su mente y de su corazón se infiltró el virus de la ideología, la patología de la exclusión, el viciado hacer “excepciones” en el imperativo categórico decisivo para toda moral: ¡Hay que afirmar a la persona por sí misma y nunca usarla como mero medio! (Cf. Veritatis splendor, n. 48). Estoy convencido que el presente y el futuro de nuestras sociedades se definirá por la forma como resolvamos este tipo de delicadas controversias históricas.

Widget is loading comments...
No 581 No. 581
SIRVIENDO A LA SOCIEDAD

© 2023 Design by Inmersion Creativa

  •  

SIRVIENDO A LA SOCIEDAD